Pasó lo siguiente. Llegué donde estaba ella y noté que tranquilamente amarraba una cuerda a un árbol.
-“¿Qué haces?”, atiné a preguntarle.
-“Me voy a suicidar”, respondió con total tranquilidad, como quien te dicta al oído la lista del supermercado.
No me dijo nada más y siguió, algo transpirada, haciendo un nudo a la larga soga que sostenía sobre sus manos. Incluso tarareaba una canción de una conocida cantante pop-comercial y se daba el tiempo de saborear una póstuma cerveza que tenía sobre una silla.
Lo peor del caso es que mi presencia le había sido tan imperceptible como cualquier reflejo del sol sobre sus cabellos. Definitivamente el que estuviera o no al lado de ella no iba a cambiar las cosas.
Me acerqué un poco más al pie del mismo vegetal donde ella quería poner fin a sus días y seguí con atención la tragicómica escena.
Sin levantar sus ojos, con paciencia, acabó la cerveza, tomó la pequeña silla y se subió en ella. Acto seguido comprobó la resistencia de la cuerda y procedió a lanzarse en el acto al espacio que quedaba entre la altura de la silla –unos 70 centímetros- y el suelo.
No dijo nada, no gritó, no gimió. Cerró sus ojos y esperó la muerte.
No supe que hacer. Agité mis manos, respiré hondo y corrí hacia donde ella estaba, tratando de levantarla entre mis brazos para evitar la tensión sobre su cuello. Con mi pie acerqué la silla y la volví a subir allí.
Ella sacó un enorme cuchillo que llevaba en sus pantalones, cortó la cuerda, se bajó de la silla y me dio un largo beso. Me miró directo a los ojos y dijo: “era justo lo que estaba esperando que hicieras”.
Se despidió apuradamente, abrazó el árbol que segundos antes atestiguaba su viciado suicidio y se dirigió a tomar la micro.
Nunca más la vi.
2 comentarios:
Tanto tiempo colgó una cuerda de mi techo... y la miraba y miraba... afortunadamente, me paré y salí a buscar agua por que tenía sed... cuando salí, me entretuve mirando el jardín, luego regué las plantas, podé los arboles, saqué la maleza y no he vuelto a entrar en aquella habitación...
Cariños,
Anei.
creo que tb estoy colgando de una cuerda y cada día la siento más apretada, pero lo terrible es que es de a poco. Quizás si cayera de una y cerrara los ojos, no seria tan grande la tortura. Lo terrible es que sé que si algún día caigo, nadie vendrá por mi a levantarme y darme el beso que espero.
nos leemos
:)
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